El poder de las piedras

 

¿Sabes que las piedras sanan? ¿Y que elevan tu vibración?

 

Una piedra, un mineral no es un ser inerte. Es un ser vivo, en evolución, como nosotros y están aquí, entre otras cosas, para ayudarnos a sanar y a descubrir quiénes somos.

 

Sí, no me he vuelto loca. Las piedras te hablan y te curan, te despiertan esa parte de ti, de tu alma, que aún permanece aletargada, te ayudan en tu despertar. En este momento, cualquier persona ajena a los temas energéticos estaría pensando que estoy loca. Sin embargo, un crío estaría afirmando con la cabeza. Los niños, sin prejuicios, son los auténticos coleccionistas de piedras, están fascinados por ellas y no haría falta explicarles nada porque seguro que, en su fuero interno, hablan con ellas y les cuentan sus secretos o problemas.

 

Ya desde un punto de vista adulto, hemos de entender que podemos utilizar los minerales y cristales para sanarnos: sí, entre otras cosas, son un potentísimo instrumento de sanación.

 

Y aunque seas incrédulo, ¿no has comprobado que cuando vas a comprar alguna pulserita o colgante terminas comprando o eligiendo otro canto rodado o alguna drusa o mineral que te haya llamado la atención? A veces es como si la piedra nos dijera “soy yo, cómprame, estoy aquí para ti, para tu sanación”. Y finalmente nos llevamos “casualmente” la piedra que necesitábamos y no nos separamos de ella. Y no es casualidad.

 

Y nuestro ego, es tan grande como humanos que somos, que pensamos que la hemos elegido. No, la piedra, de una frecuencia vibratoria muy elevada en comparación con la nuestra, nos ha hecho el favor, el gran favor de servirnos y ser parte de nuestro proceso interior, de nuestro despertar. Y por eso ha hecho que la compráramos, porque sabía de nuestras carencias.

 

¿Por qué una piedra sana?

Porque su elevado poder vibratorio hace que saquemos algo que hay dentro de nosotros que no sabemos que tenemos, nos lo muestra; otras veces nos ayuda a transformar algo que no funciona bien.

 

Pero, ¿cómo lo hace?

 

Tan sólo tenemos que tener cerca esa piedra: bien encima, en nuestro cuerpo, bien en una estancia de nuestra casa. Es decir, cada persona necesitará ciertas piedras pero, por regla general, hay unos baremos genéricos que sirven para todo el mundo.

 

A veces, por nuestra ignorancia o desconocimiento hacemos lo contrario de lo que debemos. Quizás nos gusta tanto un cuarzo maestro que nos lo ponemos muy cerquita, en la habitación o en la mesilla de noche y nos levantamos agotados. Y no sabemos la causa, tan sólo que hemos estado soñando toda la noche. Nos desvela.

 

Por eso hay que saber dónde colocar los cuarzos para que no nos pase eso. Sería muy difícil dormir bien con una selenita o un cuarzo transparente porque seguramente haríamos viajes astrales toda la noche y despertaría nuestra intuición, no nos permitiría conciliar el sueño. Sin embargo, para meditar o canalizar, ambos dos serían perfectos pues nos activarían nuestro lado más intuitivo o mediúmnico. Una vez más, conociendo las propiedades de cada mineral podremos utilizarlos de un modo correcto.

 

Conociendo nuestro sistema energético -o al menos los siete chakras principales- seremos capaces de lograr clasificar cada piedra en las diferentes partes del cuerpo y sus órganos. Así, al menos, las tendremos localizadas.

 

A su vez, averiguando las propiedades sanadoras de cada una, según lo que nos suceda, elegiremos una piedra u otra. Por ejemplo, si estoy triste o en un estado depresivo, utilizaré ojo de tigre para que me active. Pero si estoy con mucha ansiedad, revolucionada y nerviosa, buscaré o me colgaré en el cuello, -a la altura del timo-, un cuarzo rosa para que me relaje y me calme.

 

Podríamos decir que, aparte de la belleza de los minerales y de su función de decorar un espacio -como muchas personas hacen-, son nuestro botiquín natural. Vienen de lo más profundo de la Tierra, su vibración es muy elevada y al estar en contacto con nosotros, cambian nuestra vibración elevándola, transformando esos aspectos de nosotros que queremos modificar.

 

Por eso, igual que sabemos en qué momento podemos tomar un Almax o una Aspirina, tendremos que poseer unos conocimientos básicos para poder utilizar las piedras como “medicamento”: sus colores, las formas de las piedras, sus propiedades curativas. Y entonces sí, estaremos preparados para dar a las piedras y cristales el valor que realmente tienen.

 

Escucharemos sus mensajes, nos darán pautas a seguir, podremos canalizar a través de ellas. Nos sanarán un mal de amores o un dolor de cabeza, cambiarán nuestra vida y nuestro carácter, lo transmutarán.

 

Las piedras tienen su propia misión y nosotros, -como seres humanos- tenemos la gran suerte de descubrir y disfrutar de este regalo de la naturaleza. Descúbrelas y tu vida se transformará.